viernes, 31 de julio de 2009

Para Sabina y la Pequeña, naturalmente.

La primera entrada va dedicada a mis dos mujeres: la Pequeña y Sabina.

Perdón por las faltas de ortografía, errores de redacción o de dedo; es por la edad.

Si todo sale bien, en diciembre llega un nuevo ser humano a este mundo. Después de miles de dudas y pasados siete años, a finales de enero decidimos guardar los globos en un cajón y nos pusimos a chambear. ¡No tardó ni dos meses en pegar! Creo que Sabina estaba decidida a venir; lo que no sé es porque nos escogió a nosotros como papás, creo que había en el mundo muchas mejores opciones. Pero bueno, fue su decisión y ahora tendrá que sufrirnos y aguantarnos. ¡No sabe en la que se metió!

Con tanto facebook, metroflog, myspace y no sé cuantas mariguanadas, no podía quedarme atrás y decidí abrir este espacio para expresarme tan seguido como me sea posible. Me refugiaré aquí para comentar todo aquello que me venga en gana: deportes, libros, películas, anécdotas, recuerdos, música, política... Incluso subiré de vez en cuando algunos de mis cuentos, tanto los viejos (conocidos por varios de los que leen estas líneas), como los recién salidos de mi calenturienta y chaquetera mente. A ti que lees esto, no te extrañe que en algún momento te veas reflejado en lo que escribo, ya sea con tu propio nombre o con algún otro para guardar tu identidad.

La mayoría de los que me conocen, sabrán que el nombre de Sabina no es una casualidad. Se trata de un pequeño tributo al flaco de Jaén. El nombre estaba decidido desde antes que decidiéramos prescindir del globo: Joaquín si era varón, Sabina si era mujer. Si algo he aprendido en la vida, ha sido a no decir que nunca haré o diré algo. Esto va en relación a que todavía a principios de año quien teclea afirmaba que no quería (todavía) ser papá; y ahora estoy aquí dedicando esta primera entrada a mi Sabina. A manera de justificación, casi todos saben que soy bastante hocicón: en varias elecciones voté por el PAN y ahora todo lo que huele a política azul me da asco. Mejor no digo que nunca votaré por el PRI, apoyaré al América o me casaré con la Pequeña por la iglesia porque en una de esas lo terminamos haciendo... ¡Que Sabina me perdone! Si algún día hago algo como eso, por favor salúdenme con una amistosa mentada de madre pero no me retiren su amistad.

Ya entrados en temas deportivo-político-religiosos, algo que mi Pequeña y un servidor tenemos claro es que definitivamente no podremos controlar los gustos y decisiones de Sabina. Estamos preparados para lo peor: Sabina-americanista, Sabina-niña RBD, Sabina-priísita, Sabina-monja, Sabina-aficionada a las corridas de toros, Sabina-carnívora, Sabina-antiperros y Sabina-antigatos, Sabina-antideportes... Ni modo, así es la vida y no sería nada extraño que así fuese. Al respecto, una anécdota personal que no muchos conocen. Mi papá es aficionado a las corridas de toros, incluso de joven fue un necio novillero no pocas veces arrastrado en la arena. Cuando nací, hace casi 36 años, en el barco en el que trabajaba, sus compañeros italianos le regalaron una tarjeta que decía algo así como (perdón por mi italiano chafa): "e natto un torero" (traducido: "ha nacido un torero")... Cuando era chico, mis papás nos llevaban a mi y a mi hermana a las corridas de toros a la Plaza México; yo estaba bien equipado: muleta, capote, montera, bota. Fer y yo jugábamos al toros y toreros con nuestro perro Minito (afortunadamente, nunca le dimos a él una estocada ni él a nosotros una cornada). Seguro que Chava y Queta soñaban que algún día su primogénito sería matador de toros o, por lo menos, aspiraría a serlo... ¿Quién les iba a decir que ese matador de toros terminaría siendo protector de animales, vegetariano y enemigo de las corridas de toros? Decepciones que da la vida.

Mientras espero las decepciones, a Sabina y a su mamá casi todos las mañanas las despierto cantándoles alguna canción que compongo en ese momento; según los libros, a sus casi cinco meses Sabina ya nos puede escuchar. Yo no sé si esto último sea cierto, pero lo que sí sé es que le seguiré cantando con mi desafinada voz y también me seguiré riendo con su mamá como hasta ahora. Ignoro también si la Pequeña y yo seremos tan buenos padres como lo fueron los nuestros, pero lo que sí puedo garantizar es que entre nosotros no se va a aburrir. Pupa, Andrés Manuel, Mateo, Galatea, Chapis, Ángela, Lucas, Bichito, la Pequeña y yo la estamos esperando con cariño.

Por mi raza hablará el espíritu.
San Juan del Río, Querétaro, México.
31 de julio de 2009.