lunes, 17 de agosto de 2009

Cuento: El roble junto a la hilera de álamos

El periódico está ya muy amarillento y con un fuerte olor a humedad. Este pedazo de papel que marca el inicio de algo tan importante en mi vida, nunca mereció de mi parte el haber sido enmarcado o por lo menos haberla envuelto con algún plástico. Siempre guardé esa hoja dentro de algún libro y desde hace un par de años se encontró entre las páginas 198 y 199 del Tomo III de México a Través de los Siglos, en la primera edición que presentó la editorial Cumbre. Cuando me he puesto a pensar en la razón por la cual no he dado algún trato diferente a esta hoja de periódico, es porque quizá no quería que nadie la viese, después de todo nadie me creería lo que significa en mi vida.

Estaba por cumplir cuarenta y ocho años; lo digo así porque es un hecho que no llegaré a cumplirlos. Los médicos me detectaron hace dos años cáncer en el hígado y todos los intentos por curarme han sido en vano. La enfermedad ha ido minando mis fuerzas de forma vertiginosa y sé que tengo muy pocos días de vida, siento incluso que tal vez únicamente algunas horas. Después de mucha insistencia de parte mía, hoy mi hija Mónica me contó que el doctor Sánchez le confirmó anteayer que definitivamente estoy desahuciado.

Para ser sinceros, yo esperaba que la profecía sobre mi muerte, precisamente antes de llegar a los cuarenta y ocho años, no se llegara a cumplir, pero no estoy más que confirmando que no se equivocaban cuando me lo dijeron. Aquel día me hicieron dos predicciones que se relacionaban con el final de mi vida; ambas se están cumpliendo con asombrosa precisión, aunque a decir verdad, no tendría por qué sorprenderme.

La hoja de periódico a la que hago referencia y que en estos momentos tengo tomada con mi mano izquierda mientras escribo con la derecha, contiene una noticia que apareció hace casi cuarenta años, es decir, cuando yo tenía escasos ocho años. La nota narraba que dos leones y un canguro se habían escapado de las jaulas de un circo que se presentaba en la ciudad de Querétaro. Uno de los empleados del circo estaba en estado de ebriedad y no aseguró correctamente los candados de las jaulas. La ciudad materialmente se paralizó aquel día pues los cuerpos de policía y bomberos, e incluso el ejército, estaban muy ocupados persiguiendo a los tres animales. Al final, se mencionaba que sólo fueron atrapados el canguro y uno de los leones después de mucho trabajo y alarma entre la población; el segundo león, al parecer el de más edad, había logrado escapar. Lo anterior era sumamente extraño porque la Alameda, en donde había sido visto por última vez, estaba completamente cercada por soldados. Una de las hipótesis que tenía el reportero, era que los soldados se habían descuidado y el león había salido de la Alameda; posteriormente, alguien lo habría capturado para después venderlo de contrabando a algún traficante de animales. Con este comentario termina la nota del periódico.

Mi padre, que era ingeniero, me había llevado a Querétaro por los días en que aquello sucedió para que juntos visitáramos distintas escuelas primarias de la ciudad, ya que el otoño siguiente me inscribiría en alguna de ellas. La empresa para la que él trabajaba lo había asignado a la construcción de una planta productora de papel que se instalaría en la ciudad. En aquel tiempo, nosotros vivíamos en la Ciudad de México; mi madre había fallecido hacía seis meses en un accidente automovilístico cerca de la casa donde vivíamos, razón por la que yo me encontraba muy triste. Mi padre pensó que el cambio de residencia me ayudaría a cambiar el ambiente que me recordaba a cada momento la trágica muerte de mi madre.

El día de la fuga de los animales, mi padre y yo estábamos en la Alameda; habíamos caminado toda la mañana por lo que me encontraba con mucha sed y me dolían los pies. Se lo hice saber a mi padre quien me pidió que lo esperara sentado en una banca al centro de la Alameda mientras él compraba algo para refrescarme.

Cuando se fue mi padre, había unas personas cerca de donde yo estaba sentado, poco después se retiraron y entonces me quedé completamente sólo. Contemplaba una hilera de hermosos álamos que estaba frente a mí cuando de pronto escuché pesados pasos que se aproximaban por atrás. Sentí mucho temor porque de inmediato supe que no eran los pasos de una persona. Giré la cabeza hacia atrás y el miedo me paralizó completamente cuando miré a un gran león aproximándose hacia mí. No puede siquiera gritar, había ido muchas veces al zoológico pero nunca había visto un león tan grande, o quizá no se veían tan grandes dentro de una jaula.

Conforme se fue acercando, su cabeza y su jadeante hocico quedaron a unos centímetros de mi rostro, incluso recuerdo como sentí su tibio aliento, el león me miró fijamente a los ojos, volteó hacia ambos lados, después hacia atrás y después se volvió a mirarme fijamente, como si buscara algo dentro de mis ojos. Entonces sucedió lo inesperado; con un fuerte tono de voz pero reflejando temor, el león habló — ¡Ayúdame por favor, me persiguen y si me atrapan me van a regresar al circo! — Yo no lo podía creer, un león me estaba hablando y me pedía ayuda.

— ¡Date prisa muchacho! Los soldados están muy cerca. ¡Por favor, no quiero regresar al circo, allí me maltratan mucho, estoy siempre encerrado y la comida es malísima! — Mi temor inicial se había transformado en asombro, pero finalmente mi lengua se movió para articular algunas palabras— ¿Cómo te puedo ayudar? Tan sólo tengo ocho años y no te podría esconder; además mi padre no tarda en venir.

— Existe una forma en la que me puedes ayudar— me dijo. Soy descendiente de una familia de leones sagrados de la India y hasta hoy no había encontrado un ser humano con el que pudiera hablar, pensé que nunca encontraría ninguno; cada función del circo, buscaba en las miradas de los espectadores para ver si encontraba lo que por fin hallé en tu mirada. Cuando vi tus ojos supe que tú eras de los pocos humanos con la capacidad de escucharme, lo cual me confirma también que puedes ayudar a esconderme. Simplemente tienes que pronunciar la palabra sacaralacastapio tres veces y me transformaré en un roble; lo malo es que tendré que quedarme aquí por siempre y sólo volver a ser león cuando tú vengas a visitarme. Aún así, prefiero eso que volver al circo ¡Rápido que ahí vienen!— Yo estaba tan desconcertado que no podía responderle nada, pero en su mirada se reflejaba verdadera angustia.

¡Se me olvidaba!— me dijo — A cambio del favor que me harás, cada vez que vengas a este lugar y pronuncies sacaralacastapio tres veces, yo me transformaré nuevamente en león, entonces podemos conversar y yo adivinaré tu futuro. Para que creas que tengo la facultad de ver tu presente, tu pasado y tu futuro, te puedo decir que tu papá es ingeniero y que viene de la Ciudad de México a trabajar en la construcción de una fábrica, también sé que tu madre murió trágicamente hace poco. La primera predicción que te puedo hacer es que tu padre y tú se quedarán a vivir definitivamente en Querétaro y aquí encontrarás consuelo por la pérdida de tu madre. ¡Rápido muchacho, mi tranquilidad y el que seas capaz de conocer tu futuro dependen de ti!

Me había repuesto de mi asombro. No sé cómo lo logré, pero a pesar de que aquella palabra parecía un trabalenguas, la logré pronunciar al segundo intento tres veces seguidas, tal como me lo había pedido el león. A partir de ese momento, un gran roble estaba junto a la hilera de álamos que hasta hacía unos minutos yo había estado contemplado. Poco después llegaron unos soldados y con ellos mi padre muy asustado, al verme de inmediato me abrazó y me preguntó si estaba yo bien; le contesté que sí. De inicio los soldados no lo habían dejado pasar diciéndole que había un león adentro, pero después de decirles que yo estaba allí, dejaron que los acompañara. De momento pensé en contarle al menos a mi padre lo que me había pasado, pero estaba tan seguro de que no me creería, que decidí no hacerlo. Ni yo mismo lo podía creer, ¿me lo habría imaginado? Lo que sí era un hecho, era que el roble no estaba allí cuando llegué.

El tiempo ha transcurrido con la implacable velocidad de un huracán. En los cuarenta años que han pasado desde aquel día, he ido a visitar al león en muchas ocasiones; sin embargo, cada vez lo hacía con menos frecuencia porque se volvía más difícil. La ciudad crece aceleradamente, de un día a otro está más poblada y es difícil que en la Alameda frente a aquel roble no haya ninguna persona para así poder pronunciar las palabras mágicas y saludar a mi amigo. En alguna de mis primeras visitas, me contó la historia sagrada de sus ancestros y que su nombre era Raahid. Conversábamos todo el tiempo que nos era posible y generalmente le pedía que me diese por lo menos alguna predicción sobre mi futuro; todas ellas, sin excepción, se han ido cumpliendo. Entre muchas otras cosas, Raahid me dijo que mi padre se volvería a casar con una mujer queretana a quien yo querría mucho y a la cual llegaría yo a considerar como mi segunda madre. También me dijo que tendría dos medios hermanos, los cuales tuve. Estando en la secundaria, una vez me dijo que sería ingeniero como mi padre y algún otro día me dijo la edad exacta a la que me casaría; todo ello se ha cumplido.

Confieso que varias veces traté de hacer cosas para que no se cumpliesen a cabalidad las predicciones de Raahid pero todos los intentos resultaron infructuosos; por ejemplo, en alguna ocasión me dijo que tendría una hija y que se llamaría Mónica. Cuando mi hija nació quise ponerle cualquier nombre distinto pero mi esposa insistió en que llevara el nombre de Mónica pues así se llamaba su abuela. Lo más que logré, fue que tuviera un segundo nombre. La bautizamos como Mónica Gabriela y yo me empeñaba en decirle a toda la gente que su nombre era Gabriela; pero nadie más que yo le decía así, todos la llamaron siempre por su primer nombre. Después de algunos años me resigné e incluso también para mi, su segundo nombre quedó sólo en sus papeles.

Intenté tener más hijos pero una enfermedad me provocó esterilidad pocos meses después de que nació Mónica, de esta forma se cumplió también la predicción de Raahid de que tendría únicamente una hija.

Estoy ya cansado de escribir mi relato, el dolor y el cáncer me consumen. Tengo las horas de vida contadas, muero joven tal como me lo dijo Raahid. Esta predicción no me la quería dar a conocer pero después de recordarle la amistad que teníamos aceptó decírmelo confesándome también que la palabra sacaralacastapio pronunciada tres veces seguidas, además de haberlo metamorfoseado a él en roble, nos ligaba a ambos de tal forma que los dos moriríamos justo al mismo tiempo. Desafortunadamente, por mi enfermedad no me fue posible ir a darle una última visita para que nos despidiésemos pero confío en encontrarlo nuevamente en algún lugar.

En estos momentos, Raahid, el roble que está junto a la hilera de álamos en el centro de la Alameda, también se muere. Sólo una predicción faltaba por cumplirse; al final de mi vida yo escribiría un cuento y alguien lo leería.

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