viernes, 21 de agosto de 2009

Relato: Quince años después

Existe un refrán que reza algo así como lo que elegí para el título de hoy. No es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después. La frase se refiere a dos trabajos de Alexandre Dumas padre, en ambas novelas son protagonistas Athos, Porthos, Aramis y D’Artagnan; una relata las aventuras de estos personajes y su secuela la hace de nuevo pero habiendo transcurrido dos décadas. A este escrito lo pude titular también veinte años después pero, según mis cuentas, no han transcurrido aún las dos décadas. Tampoco se trata de fusilarme a Dumas tal cual, hay que respetar al genio francés.

Ayer competí en una pista olímpica de atletismo después de en 1993 dejé el equipo de atletismo de la UNAM para, justo arrancado el año de 1994, comenzar a trabajar en la industria de la construcción, siguiendo una recomendación paterna. No es este el momento de recordar aquel viaje a Chiapas con mis hermanos Chubby, la Flaca y el Cachetes (quien en ese tiempo no era todavía tan cachetón como ahora). Sólo mencionaré que los cuatro, completamente ignorantes de las delicada situación en ese estado del sureste, salíamos de San Cristóbal de las Casas a las 20:00 hrs. del 31 de diciembre del 93 con destino a Tuxtla Gutiérrez. ¿Cómo adivinar que cuatro horas después estallaría la guerrilla zapatista? Dicen que los hubieran, hubiesen y demás verbos parecidos no existen pero ¿Qué hubiera pasado si nos hubiésemos quedado en San Cristóbal? Las hipótesis son infinitas: quizá habríamos conocido al Sub Marcos o tal vez el ejército nos confunde con zapatistas y nos pasa por las armas. Sólo Aquel sabrá porque decidimos irnos a Tuxtla Gutiérrez esa noche. Dije que no era el momento de recordar el tema de Chiapas; ¡qué absurdo soy! ¿quién pretendo ser para decir que no es tiempo para recordar algo? Se puede recordar cualquier cosa, en cualquier tiempo y en cualquier espacio. En fin, que Chiapas no es el tema del relato de hoy, sino mi retorno a las competencias de atletismo en pista después de varios años de que inició la lucha zapatista en el sureste.

No recuerdo con exactitud cual fue mi última participación como corredor en pista, supongo que alguna competencia interna de la UNAM. Vienen a mi mente muchos nombres de personas que dejé atrás desde que le di la espalda a la pista en mi amadísima Ciudad Universitaria y así cerrar un período sumamente importante de mi vida. Algunas personas son, por ejemplo, mi entrenadora Irma Corral; su esposo Luis, “el Tío”; los hijos de ambos, Luis, Michele, Janet y otras dos niñas cuyos nombres no recuerdo. También estaban compañeros como Fabio (el Alushe), Fátima (hermosa adolescente), Dorian (hermano de Fátima), Lorena (de quien estuve muy enamorado), Pepe Piña (con muchas facultades para correr), Joel (siempre con un fuerte olor a esfuerzo humano), Carballo (el que se meaba en los cajeros automáticos), Ricardo Saavedra (un tipo súper agradable), el Borrego (quien quería ser veterinario), Juan Manuel (que anduvo con Lorena), Juan Pablo (nos burlábamos de él porque estudiaba en el Instituto Escuela), Marychuy (gran saltadora de longitud), el Caballo (que estudiaba en el Colegio Olinca), Rodrigo (con quien me escribí algunas cartas cuando se fue a Europa), Marlene (según sé, se fue a estudiar a Estados Unidos). ¿Qué será de todos ellos? De pronto me entró la nostalgia y el deseo por saber lo que ha sido de sus vidas. A algunos los encontré en algunos momentos después de mi retiro de las pistas; por ejemplo, a Carballo me lo encontré en un mitin durante la campaña presidencial del PAN en el 94. De hecho, gracias a él, estuve participando en el centro de operaciones durante esas elecciones, después de haber sido representante de casilla. A Dorian lo encontré poco antes de venirme a vivir a San Juan del Río, hace casi cuatro años, mientras paseaba a la Pupa junto con mi Pequeña un domingo en las islas de CU; se había casado justo con una niña del atletismo con la que comenzó a andar mientras yo todavía entrenaba con ellos. A Pepe Piña lo vi, también poco antes de venir a San Juan, en Santa Fe, cerca de las oficinas de Coca-Cola; me comentó que trabajaba en el gobierno como inspector o algo así. Rodrigo, al igual que Lorena, estudió en la Facultad de Ingeniería de la UNAM; él, dos generaciones después de la mía y Lorena tres o cuatro. Allí me los encontraba de vez en cuando; ahora recuerdo que Rodrigo anduvo con Nancy, una compañera de la generación con la que salí; incluso aquel día me tomé una foto con ambos. De los demás no he vuelto a saber nada. Quizá algún día me dé de alta en Facebook o alguna de esas redes sociales y allí encuentre a algunos de ellos; sería interesante saber que tan diferentes son ahora sus vidas.

Me quedan pocos minutos para terminar el relato de hoy, tengo que dar clase a las 7:00 AM en el TecMilenio. En recordar a mis compañeros de equipo se me fue el tiempo y ya no escribí lo que en principio quería comentar. Ni hablar, así es esto; lo importante es que las palabras fluyan, este espacio es justo para eso. Para que no quede en el aire el título, diré que, como mencioné al inicio, ayer corrí en pista. Participé representando al Tecnológico de San Juan del Río en los juegos regionales del Sindicato de Trabajadores de Institutos Tecnológicos (o algo así, no estoy tan enterado de esos nombres rimbombantes). Competí en dos pruebas: primero en los 5,000 metros, por la que iba originalmente y después me apunté en los 1,500 metros. En ambas quedé en segundo lugar, sólo debajo de Joel, un gallo de Toluca quien, según supe después, ganó el maratón de Dallas en 2001 y 2002; aunque Joel ya no compite profesionalmente, se mantiene activo y por supuesto que nos sacó muchísima ventaja el resto de los corredores. Por cierto que estableceré contacto con él ya que también da clases en Ciencias Básicas en el Tec de Toluca.

Cosa curiosa, durante los cuatro años que competí en la UNAM, jamás logré ir a un evento de relevancia; justo una de mis grandes frustraciones, fue la de nunca haber podido competir en un nacional, ni haber destacado en mis pruebas, los 400 y los 800 metros planos. Ayer, quince años después de haber abandonado las pistas, gané ese segundo lugar que me llevará al evento Nacional en octubre. ¡Qué cosas! Las circunstancias ahora son muy distintas a las de hace quince años: los escenarios, las personas y las condiciones son otras. Sin embargo, he de decir que me siento satisfecho y motivado para entrenar fuerte con miras al Nacional. Después de quince años, por fin podré cumplir mi sueño de asistir a un evento nacional. En cierta forma, siento que la vida y Dios me compensan. Gracias.

3 comentarios:

  1. Mucha suerte en el Nacional!!

    Es cierto que la nostalgia esta presente constantemente al mirar atras, se escuchan muy bien los recuerdos de tus amistades en la UNAM, no dejes de darte de alta en Facebook, ahi seguro encontraras a muchas amistades del pasado y te divertiras al compartir sus anecdotas y fotos.

    Un abrazo,

    Daniel

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  2. Voy a darme una vuelta por el Facebook. La verdad es que me da un poco de hueva pero yo creo que vale la pena.
    Gracias mi Dani y cuídense mucho.

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  3. Siempre me nutre saber de ti. Es muy curiosa la sensación de entrar en este espacio y conocer experiencias tuyas que no conocía. Me gusta mucho y me siento ansiedad de saber mas.
    Te amo

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